
Mi pensamiento y mi pálpito tienen cierta tendencia, por qué ocultarlo, a, cual péndulo, ir de un extremo a otro, aunque ambos pretenden siempre buscar el punto intermedio, que, en algún momento, como el péndulo, también alcanzan. Este post de hoy es la continuación del de ayer y, en buena medida, de una de las contestaciones que vertí en el diálogo acaecido en ese mismo post referido.
Para no tener que hacer leer a nadie lo dicho anteriormente, resumiré que, bajo mi punto de vista, la Comunicación Corporativa, en la fase actual en la que se halla, padece de un cierto mal cíclico que evita el que se confirme como actividad indiscutible. Transitoriamente hay profesionales que saben convertir en indispensables los departamentos de Comunicación, pero en ocasiones cuando estas personas faltan y las suceden otras más mediocres, la comunicación decae en términos de influencia.
El contraste, que se me ocurrió cuando lanzaba estas ideas, me hizo diana sin embargo a través de la escucha del programa "La ventana" que Gemma Nierga presenta por las tardes en la SER. Días atrás entrevistó a un señor muy salado y espabilado (parecía al menos por su voz y por lo que decía) llamado Josep María de Ureta. Este señor, habitual de El Periódico de Catalunya, explicaba de forma graciosa y sencilla cuestiones de la economía, al aprovechar la presentación de su libro, por cierto escrito en catalán ('Economía de butxaca').
Pero no es ésta la cuestión que lo ha traído aquí. El tema que me llamó la atención de su exposición fue cuando dijo que en, las empresas, quiénes ganaban dinero de verdad eran los abogados y los de Comunicación. Y me llamó la atención, claro que sí. Y habría que preguntárle a él el por qué. Sin embargo creo saber a lo que se refería: las facturas de las empresas asesoras de Comunicación que, sí, suelen ser altas y, de forma especial, en las situaciones de crisis.
Esta perspectiva, de poder se constatada más rotundamente, me haría modificar al menos parcialmente, el punto de vista expresado en el post de ayer. Es decir, la Comunicación no tiene una consideración positiva estable, pero es fundamental en momentos dados. Y en esos momentos dados se cotiza cara. Bien, no es más que un síntoma que demuestra que el mercado tiene una necesidad que satisface a través del eterno juego de la oferta y la demanda.
La síntesis de todo lo escrito es sencilla: la Comunicación en las organizaciones está ahí y se valora. Probablemente en esta coyuntura, sólo se valora en situaciones concretas y, especialmente, en las de crisis. El gran reto, el reto de los que trabajamos en este sector, es hacer imprescindible nuestra disciplina más en el largo plazo. Ganaríamos todos, los profesionales y las organizaciones.