Vuelvo de la mano de las percepciones
Después de un mes más o menos afuera, retorno a mi afición bloguera. Escribir en el blog, en el mío al menos, incluye una buena parte de obligación que yo mismo me he adjudicado. Y lo siento, pues soy más de organización que de pasión ya que lo de escribir a golpes apasionados me parece un poco convulso, aunque no le niego la eficacia que algunos blogueros le otorgan.
Mi blog, Comucor, habla sobre Comunicación Corporativa, si bien eso de las etiquetas digo yo que tiene también una vertiente muy limitativa. Lo refiero porque en ocasiones (pocas eso sí) me extiendo sobre temas que, stricto sensu, no se circunscriben a esa disciplina. Quizás ahora, que el mes de agosto se me coloca en la lontananza, la temática de mi blog puede incluso abrirse más para tratar otros asuntos. No lo sé exactamente. Ya veremos...
Estoy contagiado de una especie de comodidad propia del estío así como de cualquier otro período de tiempo en el que uno, afortunadamente, descansa. Así que iré poquito a poco y a ver si con buena letra. Ojala.
Mi post de arranque post vacacional, en mi caso, se quiere centrar (introducciones al margen) en las percepciones. Leía en la revista E-Deusto, a la que estoy suscrito, un artículo sobre las percepciones en el mundo de los negocios, que no puedo enlazar porque, a pesar del nombre y la temática, se trata de una publicación escrita en papel. En el último párrafo del trabajo su autor (¿...?) afirma:
Nos movemos en un mundo de percepciones, de imágenes, de reputación, deslealtad y feroz competencia, y es necesario que se conozca y gestione todo cuanto afecta a la marca como empleador, para poder influir en la percepción que, de cada empresa, tiene el mercado. Y es que no se trata sólo de ser bueno, sino también de parecerlo.
Y bien, la percepción tiene una papel fundamental en el proceso comunicativo. Podríamos considerarla un hecho contrastado, dado que en la vida nos movemos más por impresiones que por conocimientos esenciales de las cosas y de nosotros mismos, incluso. Resulta que no tenemos ni tiempo ni capacidad para gestionar el volumen de información infinito que estamos obligados a procesar cada día con los ojos abiertos y cerrados; durmiendo me refiero...
Funcionamos (es decir, decidimos, opinamos, preguntamos, colaboramos, rompemos...) más por lo que percibimos que por lo que sabemos. ¡Pero cuidado! Si creemos que una vez que averiguamos algo acerca de la importancia de la percepción ya sabemos más, incurriremos claramente en el error de creer que incrementamos nuestro conocimiento cuando, lo que verdaderamente ocurre, es que aumentamos nuestra capacidad de percibir... ¿No?
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